Amigos
por el ferrocarril y activos
Ser socio de un club implica un grado de responsabilidades adquirido
por el amor a un objetivo común. Donde cientos de personas se
unen para desarrollar una actividad o varias. Desde el pasado de una ciudad
emblemática en la comuna de la ciudad de La Plata, Tolosa. Un grupo de
militantes del tren se unieron a la actividad del ferro club argentino, ya
sea por parentescos o simplemente por el interés de reencontrarse con las máquinas de la actividad férrea a principios del siglo 20. Aquí algunos socios realizan actividades y se
encargan de llevar a adelante las obras para poner en marcha el museo del
ferrocarril de La Plata, que en la actualidad está en funcionamiento.
La esperanza como las vías siempre
está presente en el corazón de un ferroviario. El aire melancólico de un barrio
donde hubo trabajo se respira sencillo en la esquina de 3 y 528. Tolosa: una
ciudad de la antigüedad y con el resplandor de un pasado rico antes de que la
gran capital se inaugure. Adoquines, quimeras y familia. Todo esto condimenta
el olvido de un ferrocarril que brillo hace tiempo en estos talleres que le
hacen sombra a las vías del Ferrocarril Roca en la emblemática estación de
Tolosa. En este lugar, escondido, late un pasado chiquito en un viejo galpón
restaurado allá por el año 97, un museo. La sede del “Ferro club argentino” una
sociedad civil sin fines de lucro, encargada de preservar el patrimonio ferroviario,
descansa con poco aire en la nave número 29 y la herrería de los antiguos
ferrocarriles del sud. Hoy “el roca”.
La municipalidad de La Plata
reconoce entre su patrimonio cultural al Museo Ferroviario. Sin embargo, si no
fuera por la cúpula de socios que lo mantienen, quienes manejan un
presupuesto muy acotado según comentó parte de la dirigencia del Ferro Club de la sede Tolosa, no funcionaria de la mejor
manera. La contribución de los socios corresponde a una cuota social de 50 pesos
en un total de 1500 socios. De los cuales prestan actividad solamente 300, en
los cuatro centros de preservación (CDP) reconocidos por el club: el CDP
Tolosa, el CDP Lynch, el CDP Haedo y el CDP Escalada. En el
funcionamiento normal del CDP Tolosa se mantienen activos un total de ocho socios
que miércoles y sábados tienen a su cargo todas las actividades del museo que
incluyen restauraciones y reuniones protocolares. Entre ellos el propio
presidente de la asociación.
Lejos de quejarse y de admitir que
tienen un presupuesto acotado, los socios disfrutan de la reunión cada vez que
se concreta. Al ser un sitio de preservación, los inquilinos de trenes
argentinos a quienes pertenecen estos galpones que prestaran servicio hasta el
año 2002; tienen en marcha la restauración de un guinche a vapor que data del siglo
pasado; dos locomotoras de servicio mixto (entre pasajeros y carga) de los años
20; un vagón gerencial de 1896 perteneciente al ex ferrocarril del oeste (hoy
el Sarmiento); zorras y piezas ferroviarias de antaño. Junto a estas actividades
los miembros del club presentan una pista de ferro modelismo abandonada a su
suerte y la responsabilidad de atender a los turistas que asisten cada sábado a
la semana para disfrutar del museo. La cantidad de trabajo acumulado requiere más
presencia de socios locuaces que los encomendados a la actividad actualmente.
Pero también es necesario una colaboración de la municipalidad para que este
proyecto rico culturalmente sea mucho más ambicioso.
Llegar al museo es digno de una
travesía, más que nada por el lugar en donde este se encuentra. Este predio
enclavado a la vera de las vías del ferrocarril Roca, que es todo un símbolo de
la historia platense. Representa un modelo arquitectónico de excelencia para
cualquier arquitecto a punto de recibirse…
Estos galpones que se empezaron a
construir en el año 1885 son una obra del ingeniero argentino Otto Krause que
fue fundada el 30 de Agosto de 1887. En su inauguración este predio tenía la
capacidad de albergar a 24 locomotoras y 90 coches de pasajeros. A lo largo de
sus 22000 metros cuadrados se centralizaba toda la actividad ferroviaria del
antiguo “ferrocarril provincial” a cargo de administraciones inglesas. Por
estos talleres pasaba toda la actividad de mantenimiento de los “ferrocarriles
del oeste” (El ex provincial). A principios del siglo XX por cuestiones
operativas se trasladaron todas las actividades de estos galpones a los
talleres del actual Sarmiento en Liniers, quedando así mucha gente desempleada.
El cese de las actividades ferroviarias a lo largo de la historia argentina provoco
en este lugar una situación casi de abandono. Pero pese a todo, estos galpones
siguieron trabajando hasta el año 2002. Este año junto con la crisis quedaron
definitivamente inoperativos, salvo el galpón de herrería donde quedo albergado
el museo ferroviario platense. Lugar adquirido por el ferro club argentino en
el año 1997 en un estado deplorable, sin techo y lleno de basura. En la actual
administración de trenes argentinos, estos galpones serán sometidos a
modificaciones y re ordenamientos, donde serán puestos otra vez en valor para
trabajar las nuevas formaciones chinas eléctricas. Conviviendo así en este predio
con el museo ferroviario platense que hoy recibe gente todas las semanas.
La expedición
Al llegar al lugar la entrada no
es evidente, el instinto de cualquier turista es preguntar en donde está dicho
museo. Este turista está en el cruce de 1 y 528 aparentemente:
Turista: - Disculpa ¿Sabes en
donde está el museo ferroviario? -
Un vecino de Tolosa (no muy
ducho): - ¿El qué? No me mataste, ni idea… ¿Acá? -
La situación es tal cual. Este
mismo turista que entendió que sí es un museo ferroviario debe estar al lado de
las vías y la información que manejaba era que estaba dentro de los galpones
abandonados de Tolosa emplazados al costado de la estación ferroviaria homónima.
El ingreso a la estación desde la
calle uno no es posible salvo por el tránsito de vías. Este señor vestido de
reportero se dirige al puente peatonal emblema de la orgullosa estación Tolosa.
El mismo puente que atraviesa las seis líneas de vía y une a las calles 1 y 115
desde su estructura de fierros para ingresar a los andenes de la parada. Para
llegar al museo hay que atravesar toda la explanada de la estación hasta dar
con el alambre perimetral, el mismo que cubre las hectáreas que involucran a
los antiguos talleres.
El guardia del predio, leyendo un
diario, responde a la pregunta del turista y señala el recorrido para dar con
las cuatro estructuras enormes recubiertas de chapa que sirven de puertas al
galpón de herrería y de recepción al museo. Se hace un camino serpenteante
bordeando la nave 29 del taller de los ferrocarriles del oeste. Dos pasos más y
una antigua pizarra de letras de goma anuncian el arribo a la plataforma del
edificio donde se estanca el Ferro club argentino. De fondo se escuchan los gritos desaforados
de la gente y los niños que están disputando un partido de fútbol en algún
lugar recóndito de este predio. Los pájaros sirven de fondo en el marco de una
arboleda escondida entre viejas estructuras de ladrillos y vidrios. Al avanzar
en el recorrido, una estructura de la que no se ve el fin tapada de árboles, se
asoma. Es un tanque de agua monumental que observa la ciudad desde las alturas.
A la vuelta de este imponente tanque, un estacionamiento natural y de frente se divisa el
museo del ferrocarril.
Una hectárea entre superficie
techada y predio ocupa este CDP de Tolosa del ferro club argentino. Allí entre
sus tesoros reposan dos de las locomotoras a vapor más famosas de la república
argentina, participantes en la película “Siete años en el Tíbet” protagonizada
por Brad Pitt con filmaciones en la ciudad de La Plata y el resto del país. Una
de las locomotoras aquí expuestas fue salvada por el club en instancias de ser
cortada y desaparecida. Esta locomotora descansaba en la oscuridad de este
predio enorme, un predio dejado a la voluntad del tiempo por cuarenta años, junto
con las construcciones centenarias de los talleres. Por otra parte el
ferrocarril Sarmiento les cedió a los socios del ferro club un vagón gerencial
del siglo XIX, tallado en madera con instalaciones de lujo que permitían el
traslado de familias de alto poder adquisitivo y su servidumbre. En otro orden,
un vecino colaborador del museo, restauro en dos años una locomotora minera a
vapor que hoy es una atracción turística del club, porque en acontecimientos
especiales sale del galpón con dos vagones de pasajeros para hacer un recorrido
pequeño en las inmediaciones de los talleres. Allí escondida entre fierros y
vaporeras, se instaló una biblioteca temática exclusiva con exposiciones de
ferro modelismo y piezas entrañables para cualquier adepto a los trenes.
Un plus
El dato de color es que esta breve colección,
pero no menos valiosa, fue armada por uno de
los socios en un vagón de carga
restaurado allí en el museo. El tesorero del club de esta sede, es un jubilado
de obras sanitarias, que actualmente está realizando un libro donde ahonda en
la historia de los trenes de la Ensenada, además de que trata temas olvidados
como el tango y la prostitución en Ensenada, durante los años del apogeo de la zona.
Este mismo personaje, está actuando en la construcción del archivo histórico de
la ciudad de La Ensenada con el aval del
gobierno. Todos estos datos son válidos ya que Adolfo es el encargado de la
visita guiada en el museo del ferrocarril platense, donde se mantiene activo
hace ya siete años.
Con
el fin del recorrido es prudente aclarar que la comisión del ferro club
argentino encargados de la administración del museo. Está evaluando disponer de
un bono contribución de 10 $ para avanzar con la construcción definitiva de
este lugar. Que demasiado está
llevando adelante con el volumen de ingresos mínimos que obtiene. Actualmente
los socios están trabajando en concluir la construcción del piso pavimento que
a esta altura no es completo. Y disfrutando el proceso de educar y buscar cada
vez más adeptos a la causa que ellos continúan después de varias deserciones. La entrada al museo en estos días
es totalmente libre y gratuita, llevada adelante por el entusiasmo de un grupo
gigante de socios aficionados de una institución que acaba de cumplir 43 años
de vida, sin ninguna ayuda mayor que la
de sus defensores.
por Leandro E Sciutto
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